Jairo Antonio Rangel Morán: Una Crónica de Vida y Servicio
El Diario Tricolor.- En el pulso vibrante de Maracaibo, un 10 de diciembre de 1950, bajo las manos del Dr. Rafael Belloso Chacín, nació un hombre que la Costa Oriental del Lago adoptaría como uno de sus pilares: Jairo Antonio Rangel Morán. Hijo de Jesús María y Elisa Elena, gente de trabajo y compromiso, la familia Rangel Morán pronto emprendió viaje hacia la joven Ciudad Ojeda, echando raíces en la Granja Agrícola Nueve. Poco después, en 1954, la Avenida Vargas, entre Bermúdez y Campo Elías, se convertiría en el lienzo donde Jairo pintaría su infancia, adolescencia y esa incipiente adultez.

Sus primeros pasos en el saber se dieron entre las aulas del Maestro David Scott, los patios de la Escuela Básica Nacional Ciudad Ojeda y los pasillos de la Unidad Educativa Estadal Andrés Bello. Luego, el Liceo Raúl Cuenca lo vería transitar el bachillerato. No era un estudiante común; había en él una brújula interna, una vocación que lo guiaba. Y esa brújula lo llevó a la ilustre Universidad del Zulia, donde, en 1977, se alzó con el título de Médico Cirujano, el pasaporte a un destino de servicio.
Sus inicios como médico fueron un recorrido por la geografía más cercana: Sabana de Machango, Chipororo y Campo Lara. Pero su inquietud no se detuvo ahí. El año 1983 marcó un hito: Brasil, la prestigiosa Universidad de São Paulo, lo recibió para formarse en Dermatología y Cirugía Dermatológica. Dos años después, en 1985, regresaba con un nuevo saber, un nuevo horizonte para su práctica.
Al volver, el Hospital Pedro García Clara abrió sus puertas a un profesional dedicado, y allí, hasta 2007, Jairo Rangel tejió una labor tan admirable como estimable, dejando una huella imborrable en la salud de la comunidad.
Pero el Dr. Rangel no solo curaba cuerpos; también construía instituciones. Fue un motor incansable, promotor y fundador de la Seccional del Colegio de Médicos del Estado Zulia en Cabimas, donde no una, sino dos veces, ocupó puestos directivos. Su voz resonó incluso más allá, como Delegado Nacional por el Zulia ante la Asamblea de la Federación Médica de Venezuela. Su compromiso con el gremio era innegable, su visión, amplia.
Más allá de la bata blanca, su afán de servicio lo impulsó hacia el corazón mismo de la sociedad ojedense. El Rotary Club de Ciudad Ojeda fue testigo de su entrega, presidiéndolo entre 1989 y 1990. Y si de batallas se trataba, la Fundación Anticancerosa lo encontró al frente, dedicando sudor y esfuerzo para levantar su moderna sede, un bastión de esperanza.
Jairo Rangel Morán es, sin duda, una figura excepcional. Un hombre cuya vida ha sido un eco constante del juramento hipocrático, con una decisión inquebrantable de hacer el bien. Su trayectoria, marcada por una profunda dedicación y esa atracción innata por la ciencia médica, no es solo un currículum; es una crónica viva de lo que significa una auténtica vocación profesional en el corazón de Ciudad Ojeda.
Articulista: Francisco Kiko ChávezCronista del Municipio Lagunillas