Pensar en el país
El comienzo de este nuevo año no se diferencia de los ya transcurridos.
Siempre pedimos, ya por tradición o costumbre familiar, que nuestros deseos se extiendan a todo el país.
Enumerar los problemas es ya hasta cansón como dice Ramón, un viejo amigo, que me comenta que para que decirlos si todos los sabemos.
Lo importante y quizás sea el más importante es reducir esa enorme polarización que divide al país, que incluso llega a niveles de asombro, los que no esperan mayor cosa de quién tienen las posibilidades que les da el ejercicio del poder de producir cambios insertados en acercamiento, de diálogos permanentes porque el obstinamiento que producen tantos enfrentamientos llega a la credencia de que no hay posibilidad alguna de entendernos.
Solo nos aferramos a la esperanza como último bastión, que hasta ahora no han sido capaces de ofrecer los Liderazgos políticos.
Nuestro país sigue en dificultades que llegan al estado de ser graves.
Más allá de todos los análisis cargados de proyecciones económicas, sujetas todas a qué las sanciones económicas dejen de ser aplicadas para permitir nuevas licencias a empresas petroleras para comenzar a levantar la producción.
sin embargo, nuestra situación va más allá de todo, por cuánto estamos sumergidos bajo la aplicación de un sistema político que habla mucho del pueblo y en nada le ha mejorado sus condiciones de vida.
Por otro lado, un Liderazgo opositor dividido sin que se convierta en una real opción para convertirse en la fuerza motora de los desencantos.
Nadie parece pensar en el país, sino en sus apetencias personales, mientras tanto, los niveles de estrangulamiento a los ciudadanos son cada vez mayor.
Recientemente la organización para la coordinación y desarrollo económico (OCDE), nos muestra resultados del programa de evaluación internacional de estudiantes (PISA), en el cual se examinan habilidades en matemáticas, ciencias naturales, hábitos de lectura entre otros (Diciembre 2023).
Los mejores resultados lo obtienen estudiantes de países que no cuentan con recursos petroleros como Singapur y Luxemburgo, dónde se da el caso que tienen que importar agua, específicamente Singapur.
Los países de Latinoamérica no aparecen en la lista de mejores evaluados a pesar de contar con riquezas de materias primas.
El resultado de estos países, hace ver qué sustentan sus planes y posibilidades de desarrollo con alta inversión en la educación.
En el caso nuestro y a propósito del reinicio de las actividades educativas, nos encontramos con salarios muy bajos, sin otros beneficios como de asistencia social y salud.
Igualmente, las infraestructuras de los planteles en todos sus niveles están totalmente deteriorados, sumado a esto el problema de transporte.
Los programas educativos están rezagados y con una alta carga ideológica que no permiten desarrollar un sistema de enseñanza-aprendizaje en función de los tiempos actuales.
La innovación, el desarrollo tecnológico, la creación de parques industriales son tareas que continúan pendientes y no se ve una real voluntad de pensar en el país.
Los países que más avanzan y más disminuyen su pobreza y exclusión, son los que invierten en educación.
No hay otra manera que no sea la educación el camino para el progreso.
Sin embargo, todo es letra muerta si tampoco se logra disminuir las discusiones estériles y de pérdida de tiempo que nos llevan los líderes políticos.
Piensen en el país, con todo y sus riquezas y potencialidades, ocupamos los últimos lugares en cualquier indicador vinculado a progreso y crecimiento.
José Gregorio Figueroa
@figueroazabala.