Edición Aniversaria

Un viaje que nunca olvidaré

El Diario Tricolor.- Una realidad marcada con la diferencia. La diferencia de pensamientos de todos los que decidimos cruzar distintas fronteras. Fronteras que marcan tu vida. Después de una gran incertidumbre al salir desde Colombia en febrero de 2022 y tener que cruzar cinco países, fue un gran desafío lleno de obstáculos que pude controlar, pese a mis nervios y preocupación por estar en manos de los llamados “guías”, personas que se encargan de trasladar a los inmigrantes a los diferentes destinos durante el viaje que duró un mes y 21 días.  

Al comenzar la travesía y en medio de mi inocencia, pensé que el camino sería más rápido y sencillo. En este momento revivo esos recuerdos y me llena de temor. Un viaje que empezó en un inmenso avión con destino a Costa Rica, país al que entré por la “puerta grande”; luego de tocar tierra costarricense me di cuenta la tragedia en la que estaba inmiscuída. Al trascurrir los días descubrí muchos más sentimientos; haciéndome la “fuerte”; crucé lagos, cerros, montañas y ríos; subí camiones, pick up y autos a toda velocidad para evitar que “la migra” nos detuviera.  Fueron momentos angustiantes. Al cruzar Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, finalmente, México la “cueva” de la que pensé que nunca saldría. México es literalmente un país difícil de recorrer, más aun estando en mi situación, tratando de buscar “el sueño americano”.

Antes de comenzar mi travesía para llegar a frontera con Estados Unidos, debo acotar que todos los países que crucé dejaron una huella en mí, como si fuese un tatuaje que llevaré y recordaré por el resto de mi vida. En ese viaje conocí muchísimas personas: cubanas, guatemaltecos, nicaranguenses, ucranianos; a parte de los cientos de venezolanos.  Un sin fin de experiencias y sentimientos encontrados, nostalgia, miedo e incertidumbre que asechaban nuestro camino. Después de escuchar a los “guías” decir “muchachos prepárense que llegamos a Piedras Negras (frontera con EEUU)”, en ese momento recordé las palabras de mi hermana, quién vivía en Miami hace un año, ella me dijo “mija” no te sueltes del guía.

Cuando empecé a cruzar, a las 9 de la noche de aquel día de marzo, el terreno baldío antes del famoso “Río Bravo”, donde llegué con mucha fuerza y entusiasmo porque había escuchado que el agua de ese conocido río llegaba a los tobillos, mi sorpresa y la de mis otros compañeros, una venezolana y un colombiano, fue que aquel día en medio de la oscuridad y aferrada al cinturón del “guía” decidí entrar a las aguas del temible Río Bravo para encontrarme un río que le hacía honor a su nombre.

En ese momento me di cuenta que era solo una falacia. El río estaba tan profundo que apenas podía caminar. Las puntillas de mis pies me ayudaron a sobrellevar la situación; el agua tocaba la comisura de mis labios y llevaba el corazón pendiendo de un hilo. Pude volver a respirar cuando vi aquellas linternas de los agentes migratorios; fue ahí que solté el llanto. No sé si lloraba de emoción o de miedo, pero lloré mucho.

Aquella noche fue casi interminable, toda mojada y con mis zapatos cubiertos de  lodo, llegué a la primera carpa conocida como “El refugio” donde duré siete días comiendo “burritos”, hamburguesas y manzana, sin cepillarme los dientes y sin poder ducharme. No podía observar sí era de día o de noche, sólo nos levantaban los gritos de los agentes migratorios cuando comenzaban a llamar con una extensa lista a quienes tenían la dicha de salir de ese lugar friolento. Siete días que parecían una eternidad.

Ahora después de un año y 4 meses, luego de pasar todas aquellas adversidades, estoy orgullosa de decir que he logrado grandes propósitos. Y seguiré subrayando mis propias metas en este país. 

Yackelín Piña Caripaz /

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