Edición Aniversaria

El duelo permanente de un inmigrante


No hay un punto final, una meta fija, un lugar único al que se debe llegar, lo que importa, lo importante es cada paso que se da, el esfuerzo que se realiza, el empuje que se tiene para seguir caminando, sin detenerse o parar sin sentido, sino avanzar en el camino de la vida.

Antonio Machado


El Diario Tricolor.- En 2017 se produjeron en Venezuela, desde el 1° de abril al 31 de julio, una serie de protestas en Venezuela que, de acuerdo al Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVS), fueron 6 mil 729 manifestaciones lo que sumaba un equivalente a 56
manifestaciones diarias, demostrando una vez más la acentuación de la crisis económica y social, dejando un saldo, según datos extraoficiales, de 163 muertes, desde el 6 de abril hasta el 13 de agosto de ese año, pero que para el Ministerio Público fueron solamente 129, demostrando la más cruel y dura represión que se
haya producido hasta entonces.

Además de dejar muchos heridos y un gran número de personas detenidas al criminalizar la protesta. La represión no solo iba contra los manifestantes sino contra los medios de comunicación, contra el ejercicio del periodismo en Venezuela. Ante esta realidad comenzó a rondar en mi cabeza la posibilidad de salir del país.


Emigrar de no fue una decisión fácil, sin embargo, tenía que hacerlo ante la crisis que se acentuaba y comenzó a agobiar a todo el país con la carencia de los alimentos más elementales, falta de medicamentos, inflación galopante, fallas en los servicios públicos, el colapso total del país más rico de Suramérica, pero con un pueblo que se empobrecía y que, aún se sigue empobreciendo cada vez más, sin capacidad de
compra y sin la posibilidad de que la situación mejorara.


Mi situación particular iba de mal en peor. Como Productor Nacional Independiente, y libre ejercicio de mi profesión como Comunicador Social, me vi afectado debido al cierre del medio de comunicación, Valmore TV, en Bachaquero, municipio Valmore Rodríguez, estado Zulia, donde producía y moderaba mi espacio “En Síntesis”, canal
de producción nacional audiovisual que, como tantos otros medios de radio y televisión, fueron cerrados por la Comisión Nacional de Telecomunicación, CONATEL.


Ante esta situación logré un espacio en Calor 101.FM, pero debido a la crisis económica, que ni siquiera daba para pagar el espacio, pues ya no tenía anunciantes dado a que a los que primero afectaba era a ellos, me vi obligado a dejarlo y plantearme el hecho de emigrar de mi país.


Fue así como mi esposa, quien es educadora y ante la realidad económica que enfrentábamos, se viene primero a Colombia, en septiembre de 2017 con mis dos hijos mayores y fue recibida en Valledupar, departamento del Cesar, por familiares de
amigos de nacionalidad colombiana que vivieron en el Zulia y que además han conocido la realidad de emigrar y de ser desplazados y quienes también retornaban a su país origen. Realmente la hospitalidad de los habitantes del barrio 450 años de
Valledupar fue extraordinariamente formidable.


En enero de 2018 salí de mi país, además de mi equipaje con lo normal para viajar, también con dos bolsos ridículamente llenos de dinero en efectivo, pero sin ningún valor, porque el bolívar, para entonces, como ahora, definitivamente no valía absolutamente nada.


Una vez instalado, lleno de sueños e ilusiones comencé a recorrer los medios locales a ver qué posibilidades tenía para ingresar a algún medio, pero nada que ver, nada fácil y mucho recelo profesional y muchos periodistas desempleado y la principal barrera el de no homologar título, entre otras. Para poder subsistir afortunadamente
ya uno acostumbrado a ofrecer espacio para la publicidad en mi país, me tocó vender puerta a puerta productos tales como kekis, paledonias y panes caseros que producía mi esposa y el hecho de haber participado en cursos y talleres de la Comfacesar, Cámara de Compensación Familiar del Cesar, donde impartían cursos de cocina,
costura, reparación de máquinas de coser, entre otros.

Participar en alguno de estos talleres nos permitió hacer algunos contactos que nos fueron abriendo las puertas y fue así como nos visitó el Coordinador de las Pequeñas Comunidades Diocesanas de
la comunidad, el Señor Juan de Dios Barros, quien verdaderamente si que le hace honor a su nombre, y su señora esposa Damic de Barros, confeccionista y nos invitaron a participar en las actividades de la iglesia católica en la zona y donde conocimos maravillosas personas que siempre nos brindaron su apoyo incondicional.


Con el señor Juan de Dios nos iniciamos en el mundo de la carpintería, mi hermano menor quien se vino conmigo y mi hijo mayor, como ayudantes, claro gracias a un contrato para remodelar las bancas de la Iglesia Nuestra Señora de Altagracia, del sector Populandia. Terminado el contrato logré establecer contacto con el director de la emisora católica de la parroquia San José Obrero de Valledupar donde pude ejercer por poco tiempo en un espacio independiente, conducido por un periodista local, pero lamentablemente él enfermó y no pudimos continuar.


Luego tuve la fortuna de conocer a un maracucho, Henry ortega, quien me enseñó el oficio de zapatero y hasta monté mi propio puesto y la experiencia fue muy buena porque siempre había algo que llevar a casa. Mientras tanto, mi hijo mayor pudo irse a Medellín y logró ubicarse, en tanto que mi señora posteriormente se fue con mi
segundo hijo, mientras yo seguía en Valledupar para luego salir, pero
lamentablemente en 2020 la pandemia me dejó varado hasta que finalmente pude salir hasta Medellín y aquí trabajé en una empresa de reciclaje por un año y hasta la fecha estoy impartiendo clases de inglés particulares para niños y siempre queda algo.

Afortunadamente con el Permiso Temporal de Permanencia mi esposa tiene un empleo fijo, así como mi hijo mayor. Además, va en marcha nuestro proyecto de confección. Así que a pesar de muchas vicisitudes y contratiempo hay una luz en el camino.


No obstante, el anhelo de volver a mi terruño sigue intacto, con la esperanza de que el país se enrumbe a un mejor destino. Obviamente ya no será igual. Ya no están los seres que dejé en mi pueblo, El Venado, parroquia Dr. Manuel Guanipa Matos del municipio Baralt estado Zulia, Venezuela. Ya no está mi padre, quien falleció en septiembre del año pasado. Se han ido de este mundo primos, primas, amigos y amigas por lo tanto hay un duelo permanente que cada día tratamos de superar y seguir adelante, en la lucha por los que quedan y con el sueño latente de volver a mi país.

Periodista Donnys Carrasco /

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