La Universidad Nacional Experimental de las Artes se cae a pedazos
El Diario Tricolor. La densa y fría niebla avanza silenciosa, baja por entre los imponentes pinos de ramas que amenazan con caerse y se cuela entre la maleza cada vez más abundante en el lugar. La humedad, el frío y algunas gotas de lluvia acompañan el descenso de la neblina hasta rodear por completo los deteriorados edificios de ladrillos de la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte) en Sartenejas, sede para los estudiantes de música. Solo se escucha una melodía de piano lejana; proviene de alguna de las mohosas ventanas del segundo piso donde están los cubículos para practicar. En medio del deterioro, las notas suenan con eco en el recinto, completamente vacío.
El lugar, una de las sedes más deterioradas de la universidad pública cuya rectora es Tibisay Lucena desde septiembre de 2020, luce apacible en medio de la naturaleza que le rodea. Sin embargo, el escenario que ofrece a quien lo visita por primera vez es totalmente desolador. La ausencia de estudiantes resulta abrumadora. En medio de la niebla, los grillos cantando y los altos árboles sin podar, el moho avanza implacable sobre las pocas mesas que quedan en el exterior del comedor, una de las primeras áreas que se ven al llegar. En su interior, cerrado bajo llave, las sillas se amontonan unas sobre otras en las mesas que, años atrás, eran parte de las áreas comunes disponibles para los estudiantes.
El interior del comedor | Foto El Nacional

Comedor en Sartenejas | Foto El Nacional

Las mesas del comedor en Sartenejas | Foto El Nacional

“Antes nos daban comida, completamente gratis. Aunque comenzó a decaer el servicio ofrecían pasta con caraotas y colocaban azúcar en la mesa. Ya eso no existe, dejaron de brindar el servicio ocho meses antes de la pandemia. Ahora está cerrado”, cuenta una estudiante de Musicología que prefirió no ser identificada para evitar represalias. Al lado del comedor poco se puede distinguir ante la falta de bombillos que funcionen. En las paredes, que en un pasado fueron blancas, no solo abundan las filtraciones, también están manchadas por el excremento de los murciélagos. Las puertas de los siete salones disponibles, en medio de esa oscuridad, están cerradas: “Precinto de seguridad” se lee en papeles arrugados en la mayoría de los marcos.
Precinto de seguridad de la univesidad | Foto Archivo

Precinto de seguridad | Foto El Nacional

Miedo, óxido y soledad
El edificio número 1 de la sede de Sartenejas de la Unearte cuenta con una escalera hacia el segundo piso cuyo barandal está tan oxidado que poco queda del color negro original que lo caracterizó. La mayoría de los salones están cerrados, en algunos se puede ver su interior vacío con pupitres amontonados en una esquina; pocos están abiertos. Entre estos últimos se encuentra la sala donde da clases la profesora de canto Gioconda Cabrera. En su salón prevalece la humedad a pesar de que, con esfuerzo, los estudiantes hicieron lo posible por arreglar el humidificador y el aire acondicionado, ambos necesarios para este tipo de lugares. Hay menos de diez estudiantes en su clase, pero ella se muestra optimista.
La baranda de las escaleras al segundo piso | Foto El Nacional

Salones cerrados y vacíos | Foto El Nacional

Salón de la profesora Gioconda Cabrera | Foto El Nacional

“Tuve que salir a buscar señal para conectarme a Internet. Antes teníamos un buen wi-fi gratis, hace años que no reconectan el servicio”, cuenta con nostalgia. Hay una historia que explica la falta de Internet en el recinto: años atrás un trabajador de la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec) acudió a las instalaciones para reparar el cableado eléctrico. Estaba realizando su trabajo, cuando una rama de uno de los pinos cayó sobre los cables. No se pudo hacer nada para salvar la vida del trabajador, quien falleció en el sitio. Desde entonces, los estudiantes tienen miedo de acudir a la sede.
Alrededores de la universidad en Sartenejas | Foto El Nacional

“Nadie quiere asistir a clases presenciales. Todo está vacío”, comenta la estudiante de Museología. Uno de sus compañeros, quien también prefirió no dar su nombre, añadió que un día ensayaba y encontró un alacrán en el salón. Tuvo que sacarlo él mismo con el riesgo que eso implica. El laboratorio de música, un tercer edificio dispuesto para las clases de Composición, también está cerrado desde hace años. En los espacios disponibles solo hay una sala web donde se guardan, bajo llave, computadoras, un contrabajo descuidado y los humidificadores dañados. “Siempre cierran la puerta con seguro porque los mismos guardias robaban”, comenta la estudiante.
El edificio número 2 de la sede de Sartenejas no escapa a la decadencia. Se pueden ver las tuberías verdosas por el moho, justo al frente de un conjunto de árboles que corren el riesgo de caerse. En su interior se encuentra el Centro de Documentación Fernando Silva Morva, la biblioteca de la universidad: está completamente desolada. No hay bibliotecarios ni estudiantes que utilicen o resguarden todo el contenido del lugar. El aire está cargado de humedad. “También robaron la computadora de aquí, allí estaba registrada toda la información de las tesis”, explica la joven.
Fuente:El Nacional/